Arte como mar

Cine sin Autor, me permitió pensar en el arte como mar. Me demostró que a la creación artística le cabe el mundo. Le tiene que caber, así de grande es el arte, así de necesario el mundo.

Sesión tras sesión de trabajo «sinautoral», impidiendo constantemente el prejuicio desautorizante hacia la gente cualquiera que es moneda común de casi todo el mundo, descubría una y otra vez que como dice Doris Lessing, talento nos sobra, lo que nos falta es constancia. O lo que nos falta es una sociedad que consienta que el talento se reproduzca.

Y es que el arte, así ocupado, como un baño fundante del cuerpo en el mar, es de tal potencia que apenas necesita nada más. Y sospecho que por eso se veda su uso. En esta teoría del complot que manejo, que me hace ver que cuando nuestra felicidad es mercancia, nos la tienen que robar para poder luego vendernosla… pues en esa explicación del disconfort, que me doy, me cierra que el arte haya quedad confinado desde siempre en los entornos del poder (económico, político, social). Y lo que nos han dejado a los y las demás es un estúpido sucedáneo, léase museo. O bien el desprecio hacia las otras formas de creación que no han sido consideradas arte, lease artesanías, floklore,…

Así, no paro de constatar como casi todo nuestro mundo cultural, social, está planteado para eso, para restarnos la creación. La capacidad de construir mundo que significa generar obra. Así, se impone la avaricia, la mezquindad y enanecen  nuestras posibilidades. Esos inmensos confiscadores, censores, reyes del canón que nos fuerzan a repetirnos una y otra vez, que nos clasifican, que nos seleccionan, que nos pinchan esqueléticos sobre el corcho que será colgado en la pared. Por eso nos hacen usos disuasorios y narcisistas de la cultura, por eso nos hacen usos tan restrictivos de la cultura… y el arte. Una y otra vez. Y por eso al final crear desde y para uno mismo se convierte en onanismo o mercancía y claro ahí el tesoro del arte, se vuelve tesoro escaso, tesoro de na de na… como los de las películas de piratas… Cuando yo sé que el tesoro del talento, de la creación compartida, de la vida es tan grande, tan repartible, tan común como el mar. También tan vida/muerte, también tan desafiante, también tan potente…

Reconozco, por tanto, en la cultura un arma para real-izarnos. Para poder ser. Para consentirnos. Ningún uso persuasivo o expropiador o elitista de la cultura me interesa. Para eso he llegado a suicidarme como autora más de diez años. Ser autora hoy, es a la que te descuidas un infierno y produce obras infernales. Muchas prácticas culturales son parasitarias, usurpan presencias, sentidos, por eso nos inventamos la sinautoría para que ya no más quien sabe grabar, es quien muestra a todos y todas las demás. Por eso deserté de ser escritora. Porque antes de dejar de creer en el mundo, prefiero dejar de creer en mí. En los usos que hacemos del mundo, de las novelas, de las palabras.

Con todo sé que estoy sacándome los huesos. Sé que me quedo sin infraestructura. Como los volcanes en erupción así me siento desde que me salí de la ruta. A ratos, la mayoría callo. Luego de repente reviento. A ratos quiero pensar que la lava que escupo construirá suelo. A ratos me quiero enfriar y ordenarme, quiero que me sellen.

Como las relaciones de amor se dan en el patriarcado y las económicas en el capitalismo, hay un consenso, una verdad que veda el arte para ser ocupado por quienes no valen o no saben, hay una verdad que fuerza al arte a elitizarse y repetirse. Y por eso la gente más que construir mundo cuando se pone a crear se pone a simular obras anteriores…

Por eso inventamos el concepto de «sinautoría» Gerardo y a mí me gustó eso de la «sinobra». Porque me digo yo que cualquier obra que detenga un proceso de producción o que expulse a productores debe ser desafiada… Estemos sin películas hasta que hayamos reinventado las películas que volveríamos a ver y a producir…  Y para eso, hemos estado todo, desde Cine sin Autor, todo el rato buscándonos vivir,  generando otros entornos de producción: con sus platos mundos, sus colectividades… Y así CsA creció durante años, sobre todo tras darse un enclave de producción la fábrica, aunque solo una colectividad se ha asentado y sostenido, Mátame si puedes, y hasta ella está ahora entre muy débil y más potente que nunca.

Ahora bien, pienso y por eso vuelvo a firmar, y armo este blog.  Mares, volcanes, pero también podemos ser valles. También necesitamos ser paseables, y por eso necesito pensar en voz alta, con quien quiera leerlo, como hacer para articular un afuera de este contrato social, que permita otra relación con la cultura, porque la producimos de otra manera.

Porque suscitamos colectividades de producción, porque los entornos de producción y distribución permiten que al arte, a la creación, le quepa la gente y toda su verdad única e irrepetible. Y que le quepan los mejores de sus talentos. También sé que siendo eso verdad, lo veré yo o no pero sé que la sinautoría acabará siendo, me atrevería a decir que lo esta siendo ya, un modelo de producción cultural.

12 comentarios en “Arte como mar

  1. Descargo pues de mis hombros el fardo del tiempo y, a la vez, la exigencia de sacar buenos resultados. Mi vida no es algo que deba ser medido. Ni el salto del ciervo ni la salida del sol son buenos resultados conseguidos en una prueba. Tampoco una vida humana es la superación de una prueba, sino algo que crece hacia la perfección. Y lo que es perfecto no realiza pruebas con buenos resultados, lo que es perfecto obra en estado de reposo. Es absurdo pretender que el mar está hecho para sostener armadas y delfines. Ciertamente lo hace, pero conservando su libertad. Del mismo modo es absurdo pretender que el ser humano esté hecho para otra cosa que para vivir. Ciertamente aprovisiona máquinas y escribe libros, y también podría hacer otras cosas. Lo importante es que, haga lo que haga, lo hace conservando su libertad y con la plena conciencia de ser, como cualquier otro detalle de la creación, un fin en sí. Reposa en sí mismo como una piedra en la arena.
    Stig Dagerman, ‘Nuestra necesidad de consuelo es insaciable’.

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  2. “Lejos de todo, en Beni Abbés percibí la ridiculez e insignificancia de los afanes en que tanto me había debatido en otros tiempos. Por fin comprendía que se nace para vivir, para nada más. Que vivir es la principal tarea y que, para llevarla a cabo, no es preciso desarrollar ninguna actividad en particular. El desierto me estaba haciendo descubrir que no hay excelencia alguna en la conquista –sea cual sea–, que la excelencia –si es que cabe hablar de ella– está en la misma vida, y que vivir consise simplemente en descubrir lo elemental”.
    Pablo d’Ors, ‘El amigo del desierto’.

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  3. Del libro ‘El cielo y el poder’, de Pilar González España:

    Hexagrama 15. La modestia.
    Si no eres igual a los demás y por ello no eres libre; si no sufres como los demás y por ello sientes una soledad profunda y poderosa; si no perteneces a la misma rama de mamíferos carnívoros, porque tú sólo te alimentas de la hierba que crece tímida en tu alma; y si por todo ello, te parece irresistible vivir; como dice Lowry: “si tu alma no puede sostener el cadáver de tu cuerpo”; lo mejor, escúchame, lo mejor, es transformarte hacia lo que son ellos, ser como ellos, pintarte con su misma palidez, hablar con sus siniestros y ambiguos signos. Así pasarás desapercibido. Mientras tanto, en la soledad de tu cuarto, bajo la lluvia natural que tu techo y las paredes arrojan, bajo el ardor del sol de tu lámpara, dejarás la huella imborrable de lo que pudiste haber sido.

    Hexagrama 22. La gracia.
    Caminarás descalzo sobre el fuego y tendrás sed. Sentirás el maravilloso vértigo de las dunas, y correrás para siempre en el desierto hundiéndote de arena hasta las rodillas. Buscarás sin encontrar y la desilusión no llegará a brotar de tu alma. Comprenderás el verdadero sentido de la palabra búsqueda, de la palabra espera. El sudor hará de ti alguien grande, y el agua brotará de todos los rincones del espacio. Beberás las palabras, porque todas las palabras son húmedas. Y entonces podrás volver, no sé adónde ni cuándo, pero volverás, lleno, como los frutos.

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  4. «¿Has sabido componer tu comportamiento? Has hecho mucho más que el que ha compuesto libros. ¿Has sabido reposar? Has hecho más que quien ha conquistado imperios y ciudades. La grande y gloriosa obra maestra del hombre es vivir de modo conveniente». Montaigne.

    «El hombre perfecto no tiene yo. El hombre inspirado no tiene obra. El hombre santo no deja nombre». Zhuang Zi.

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  5. El éxito deforma nuestra visión de la realidad y, desde luego, la apreciación de nosotros mismos. A lo largo de mi vida he visto a menudo a las gentes del mundo caminando en una dirección y a mí en la contraria. Porque mientras el mundo busca fama, yo llevo treinta años buscando anonimato; ellos buscan riqueza y poder, yo, en cambio, pobreza y debilidad; todos quieren ser grandes, por mi parte elijo la pequeñez; no hay quien no desee triunfar, yo perder. Prefiero los últimos puestos a los primeros, la vida oculta a la pública y la humillación al encumbramiento. Por todo ello veo a menudo a las gentes del mundo caminando en una dirección y a mí en la contraria. Pero no soy el único; hay otros conmigo, solitarios todos, todos locos.
    Pablo d’Ors, ‘El olvido de sí’.

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  6. Fragmentos de “La esperanza habitada. Conciencia hermética y filosofía antigua”, de Mª del Carmen Piñas Saura:

    «Mucho me asombra / que tanta gente esté ocupada / en querer ser quien no es: ¿qué gracia tiene transformarse en una farsa?» (Mitsuo Aida).

    Se piensa al revés; se tiene prisa por crecer y después se suspira por la infancia perdida; se pierde la salud para tener dinero y luego se pierde éste para tener salud. Se piensa tan ansiosamente en el futuro que se descuida el presente no viviendo ni presente ni futuro. Se vive como si uno no se fuera a morir nunca y se muere como si nunca hubiésemos vivido. En fin, se cumplen las palabras del rabino: «Cuando estáis sentados, ya estáis de pie; cuando estáis de pie, ya estáis corriendo; cuando corréis ya estáis en la meta». La mayoría consume su vida en cuestiones materiales de supervivencia dentro de un espacio dominado por la razón mecánico-económica. Ahora bien, tarde o temprano, la vida nos acorrala y entonces se abre alguna brecha hacia la trascendencia, hacia la perplejidad o la nada («última aparición de lo sagrado» en Zambrano).

    (…)

    María Zambrano denuncia el fracaso metafísico de la civilización occidental y trata de saber en medio de la devastación la razón del mal y la razón de lo que rescata. La reacción ante lo perdido, olvidado, destruido, la lleva a descubrir y explorar lo prescindible e imprescindible de la tradición. Esto me recuerda cómo Hannah Arendt, en Ensayos de comprensión, señala la necesidad de comprender lo que quiebra los marcos de comprensión: «Comprender la naturaleza del totalitarismo es casi lo mismo que comprender el corazón de nuestro siglo». La modernidad destrona el sentido común y presenta un «hombre que se encuentra satisfecho en el mero proceso de laborar y consumir». Consecuencia: la ausencia de mundo. «A la gente no le importa qué aspecto tenga el mundo». El proceso del laborar provoca aislamiento, soledad donde uno es arrojado contra sí mismo, «ocupando el consumo en cierta medida el lugar de todas las actividades auténticamente relevantes». Pienso luego existo, no; consumo, luego existo. «Vida automática, de comodidad y progreso, acumulando posesiones y honores; la comida rutinaria, los hábitos financieros y de emparejamiento de las personas prósperas, con el alma sumergida entre pliegues de carne, los rituales de posición social, esto es lo que indicó el autor de los salmos cuando escribió «Su corazón es basto como la grasa». Esta es la mente satisfecha que no tiene tratos con la muerte y cuya única preocupación es seguir satisfecha»’.

    Para Amos Oz todo esto hace referencia a la tercera condición, esa que nos recuerda la existencia de algo fundamental que siempre parecemos perseguir de cerca pero de lo que siempre perdemos la senda. «Nos llaman y nos olvidamos de ir. Nos hablan y no oímos. Se abre una puerta y salimos demasiado tarde». ¿Por qué? El orden de prioridades está equivocado; se corre de un asunto a otro, despierto pero con el corazón dormido. Se trata de vivir, de crear situaciones y no ser vivido. Sólo lo que el sistema quiere existe y sólo existe lo que al sistema le conviene; lo que mantiene al individuo como espectador pasivo y consumidor dócil. Ahora bien, el alma tiene hambre y «el peligro no es que el alma dude de si hay o no pan, sino que se deje persuadir por la mentira de que no tiene hambre».

    (…)

    En Persona y democracia Zambrano ve el mundo sumido en una de las noches más oscuras de los tiempos que conocemos y en el que, ante el algo que se ha ido para siempre no cabe otra salida que una nueva revelación. Percibe que hay algo en nuestra cultura que ahoga la vida del espíritu y la urgencia de salir de tal situación. Saint-Exupéry: «¿no comprenderéis que nos hemos equivocado de ruta en algún punto? el hormiguero humano es más rico que antes, disponemos de más bienes y placeres, y, sin embargo, nos falta algo esencial que nos resulta difícil definir. Nos sentimos menos hombres; porque hemos perdido misteriosas prerrogativas».

    La capacidad trascendente del ser humano se encuentra al servicio de la pura afirmación de sí mismo. No oímos al transformar nuestra palabra en voluntad propia. El espíritu convertido en mercancía, la religión corno medio de conquistar el poder, y la razón, instrumental -el sujeto se separa del objeto y se contrapone a él, todo se vuelve convencional vaciándose de contenido y transformándose en una ilusión-. El suicidio de occidente presenta a un hombre excéntrico donde la desviación del centro constituye la traición del espíritu; configuración de falsos centros construidos maquinal y superficialmente.

    «Contemporáneos pasivos de una civilización técnica e industrial que nos sirve lo necesario contaminado y lo superfluo esterilizado». Mundo artificioso en el que lo divino es desterrado, lo humano domesticado y lo material domeñado. «Mundo roto» (Gabriel Marcel) donde el espíritu deja de ser un fin en sí mismo, una vida incrementada, y se encuentra degradado a medio para conservar los fundamentos exteriores del vivir».

    Realismo y materialismo -«suele pensarse que la humanidad perecerá por alguna carencia pero yo tengo claro que la causa de su ruina será la abundancia»- se inscriben sobre la superficialización del hombre y su degradación. Se inicia el proceso de la modernidad -y de su impiedad ilustrada- con la confianza absoluta en el progreso y en el triunfo de lo homogéneo y cuantificable. “El positivismo es la filosofía que, en un mismo movimiento, elimina a Dios y clericaliza todo pensamiento» (J. Lacroix). Razón desentrañada y armada que no es ciencia y sabiduría ni experiencia sino experimento y poder. Nos hace vencedores permitiendo convencer, controlar, predecir)’ dominar.

    Zambrano señala en Persona y democracia cómo la avidez y capacidad de destrucción están en la raíz de la voluntad arquitectónica y constructivista del hombre occidental. Voluntad que origina una cultura moderna cuyos valores adquiridos parecen innegociables; progreso -se nos dice, crecimiento o muerte, y no se tiene presente que un crecimiento indefinido significa un cáncer en todos los órdenes-, tecnología, mercado económico mundial… Cosificación, inmanentización e inversión de principios; reductivismo de una conciencia sesgada a la que le falta seriedad para la profundidad de las cosas y de la vida, y en contraste con ello, tiene una ridícula hiper-seriedad y cómico quehacer en todo aquello que parece dominarse técnicamente. Lo que hoy nos toca atravesar es un pasaje.

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  7. Fragmentos de ‘Un hombre acabado’, de Giovanni Papini

    Yo no podía sufrir la literatura: todo lo que hay de falso, de elegante, de fingido, de acomodado y decorativo en esta palabra, me repugnaba. Aun amando entrañablemente a algunos poetas muertos, tenía invencible antipatía por la gente que reúne poesías, novelas y romances, para ajena diversión y propia utilidad.
    (…)
    Antes de morir de hambre y de frío como un gato extraviado haré todos los oficios. Iré a recoger trapos por las calles, con un saco al hombro. Iré por las puertas de las iglesias y de los cafés a pedir un céntimo por amor de Dios; seré guarda de letrinas públicas; haré bailar un oso en las plazas de campaña y si no me queda otra salida, haré el de joven abogado. Pero hay un oficio que no haré nunca, aunque me lo ordenasen con la pistola al pecho.
    El del escritor bufón, del escritor que escribe para divertir a la gente, para hacer pasar el tiempo a los aburridos y vagabundos, el infame oficio del hombre que de un enero al otro inventa historias, fabrica intrigas, busca aventuras, refresca recuerdos, desarrolla novelas, improvisa cuentos y construye sus comedias para hacer reír o lagrimear a quien le paga y le bate palmas.
    Es inútil que estos públicos divertidores hablen de belleza, finjan hacerle hocicos a la plebe y reciban bajo la capa, por la noche, en la oscuridad, el precio de sus pasatiempos. Son, aunque no lo quieran, los cortesanos de la multitud soberana que quiere olvidar la torpe vida del día; los bufones asalariados del pueblo; los ministriles de la busguesía que entre una bocanada de humo y un paseo, quiere leer. El que vende ficciones es un lacayo del que tiene tedio y dinero — una especie de rufián que ofrece vida fingida a los que no tienen vida suficiente dentro de sí ¿Qué diferencia hay, en cuanto al efecto, entre un cigarro y un relato; entre un drama y una botella de vino? Fumando y leyendo pasa el aburrimiento de la espera — escuchando una comedia y emborrachándose bien se entra a vivir en otro mundo, a soñar y ver lo que no existe.

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  8. «Los perplejos», por Alejandro Gándara (blog El Escorpión):

    http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/escorpion/2013/09/06/loas-perplejos.html

    En otro de los ensayos del citado libro de María Zambrano, se viene a hablar de la perplejidad como un mal de los individuos, producido por un mal de la cultura: la falta de transformación del conocimiento puro en conocimiento activo. A pesar de que en la lengua corriente la perplejidad equivale a asombro y desconcierto, y en cierto modo se relaciona con la ignorancia, su carga más fuerte es la indecisión.Una indecisión que deriva curiosamente de saber, de manejar opciones, de una vida rica en oportunidades, pero en la que ninguna de las posibilidades vigentes arraiga en el individuo. El perplejo tiene a su alcance todo lo necesario para vivir, pero es incapaz de hacer nada con ello. El perplejo no es carencial, es vacuo.
    «La perplejidad se produce cuando el conocimiento es tal que deja margen al riesgo, cuando al elegir tenemos que arriesgarnos». Y resulta, en cambio, que no aceptamos el riesgo. Una consecuencia no tanto de saber demasiado como de que lo sabido no sirve para dar forma a la vida.
    Zambrano entiende esta forma de dos maneras: como la que proporciona el conocimiento de las cosas cuando ha entrado en contacto con la experiencia (lo llama saber de experiencia) y como vector de sentido en busca de la unidad a la que aspiran todos los fragmentos diseminados de la existencia. O sea, una forma sensible y una forma formal.
    En mi opinión, la forma sensible ya prefigura la otra y, de hecho, la orienta. La otra, la de carácter formal, la asemeja Zambrano, siguiendo a Ortega, a una novela, con sus conflictos, argumentos y desenlaces, que finalmente desembocan en una obra narrativa de la que el sujeto se dota a sí mismo. Pero me temo que hay más modos de vida que el novelístico (así como hay tantas clases de novela que impiden hablar propiamente de género) y más vida que la que cuentan las novelas. Dicho eso, cada cual agarra la forma que puede.
    Resumiendo:
    «El perplejo tiene ideas, pero le falta ese último móvil que mueve a la vida. El secreto no es una falta de conocimiento sino una desgana o un temor que le inmoviliza. En toda perplejidad hay deslumbramiento; se está ante un conocimiento que deslumbra y no penetra.»
    Los dos sentimientos profundos del perplejo: la ansiedad y la humillación. La ansiedad de buscar lo que no puede encontrar por sí mismo y la humillación de reconocerse impotente para arriesgar lo que sabe.

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  9. Me dicen
    que debo concentrar los pensamientos
    y preparar el legado
    ordenando una comunicación
    de mi saber y mi sentir.
    ¡Oh qué esfuerzo!
    Para qué traducir la huella de mi vida
    a un montón de oro y estiércol,
    resumirla en moneda o cifra
    complacida en hipócrita apariencia.
    Que lo imposible se mantenga imposible.
    Lo que soy está ahí
    desde siempre
    y no puede ser nombrado.

    «Máscaras, Poderes, Palabras. Libro de Imágenes sobre un texto de Carlos Rodríguez Sanz».

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  10. De ‘El Libro Negro’, de Giovanni Papini:

    Desde hace ya algún tiempo soy uno de los mayores accionistas de la Novel’s Company Ltd., y como estoy transitoriamente en Chicago quise visitar el laboratorio de la sociedad. Entre todos los productos presentados en papel impreso y ofrecidos al público, la novela es el más solicitado y el que más se vende, de modo que surgió en el cerebro de un joven amigo la idea de levantar una verdadera industria cuyo objetivo seria ofrecer a los consumidores, y en grandes cantidades, un material novelístico tipo standard. «La fantasía al servicio de la evasión», tal seria la fórmula básica de la Novel’s Company Ltd. La novela, que ha llegado a ser para muchas personas un producto de consumo diario y de primera necesidad, no podía ser dejada a la anticuada producción individual casi artesana, no podía quedar librada a la iniciativa privada. El establecimiento donde se fabrican en serie las novelas, se levanta junto a las orillas del lago Erie, y se compone de varios cuerpos distribuidos en un jardín, pabellones en los que se han instalado las diversas reparticiones. La división del trabajo se aplica aquí rigurosamente, y es la clave de la producción industrial en masa.
    En uno de los pabellones trabajan los especialistas en paisajes agrestes y los de escenarios urbanos; en otro los que preparan las descripciones de interiores y de mobiliarios: desde la taberna negra hasta el castillo del multimillonario. En un tercer pabellón se afanan los creadores de tipos femeninos de toda clase y medida: aventureras de mediana categoría, vírgenes ricas y enamoradas, damas adúlteras, campesinas del Oeste, mulatas delincuentes y prostitutas fatales. En otro pabellón próximo se elaboran los tipos masculinos: los gángsters, los cowboys, los políticos, los bailarines profesionales, los conquistadores de salón y los aprovechadores de mujeres. Luego está el pabellón donde se inventan nuevas modalidades y formas de delitos e intrigantes alternativas tenebrosas; otro da cabida a los peritos en erotismo, en toda clase de inversiones y perversiones sexuales, los que son asesorados por médicos psicoanalistas y meretrices retiradas. No falta una biblioteca de novelas, de todos los tiempos y países, utilísima para las imitaciones y plagios; en ella un lingüista adscrito a la sección vocabularios sugiere a los obreros principiantes y menos expertos los términos de los diccionarios técnicos: el slang y el argot.
    En el centro del parque se alza el edificio de la dirección central, donde un grupo de ajustadores bien pagados, utilizando las diversas partes proporcionadas por los repartos antes mencionados y unificándolas, elaboran novelas bien confeccionadas, de acuerdo a los módulos y especies preferidos por el gran público.
    El director general, un viejo novelista que en tiempos pasados fue bastante popular en los Estados Unidos, me dijo que ahora la producción se orienta, por razones económicas, hacia dos tipos de novela: la Novela Venérea (con una juiciosa dosis pornográfica) y la Novela Criminal en dos subespecies: aquella en la que triunfan los delincuentes y aquella en que triunfan los policías. La Novela Sentimental y la Psicológica se hallan en el mercado en franco descenso, igual que la Histórica y la Social, y añadió:
    “Nuestra producción media anda alrededor de unas doscientas novelas mensuales, pero esperamos aumentarla en el año próximo. Los obreros que se ocupan de la fabricación suman quinientos, en su mayor parte son jóvenes diplomados en las universidades, y también hay ex periodistas y literatos fracasados. Pero no faltan mujeres, quienes han demostrado ser trabajadoras diligentes e incansables. Naturalmente, tenemos una grandiosa tipografía dotada de máquinas modernísimas, y una oficina comercial que por medio de agentes y representantes distribuye nuestras novelas haciéndolas llegar hasta los lugares más remotos del país. Nuestros productos standard han conquistado millones de lectores porque corresponden al tipo promedio de los gustos. Sumadas en total, nuestras tiradas anuales ascienden a varios millones de ejemplares, nuestro éxito es inmenso y seguro, la ganancia comienza a ser activa. En la próxima asamblea de accionistas podremos proponer un dividendo del 12 por 100”.
    Salí muy satisfecho de la fábrica Novel’s Company Ltd. El negocio se desenvuelve de una manera inmejorable y estoy satisfecho por no haber invertido mal mis dólares.

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  11. De «Perycalipsis», de Stanislaw Lem (de su libro ‘Vacío Perfecto’, editorial Impedimenta)

    Hay que organizar con urgencia el Humanity Salvation Found. el Fondo para la Salvación de la Humanidad, con un capital de dieciséis billones paridad oro, con una tasa de interés del 4 % anual. El dinero del Fondo servirá para pagar a todos los creadores: inventores, científicos, técnicos, pintores, escritores, poetas, dramaturgos, filósofos y proyectistas, según las normas que siguen: quien no escribe nada, no proyecta, no pinta, no patenta ni propone nada, cobra una remuneración vitalicia de 36.000 dólares al año. Quien practica una de las actividades arriba mencionadas, recibe proporcionalmente menos.
    Perycalypsis contiene un índice tabular completo de descuentos para todas las formas de la creación. Quien haga un invento o edite dos libros al año, pierde todo derecho a cobrar. Si aumentamos la producción anual a tres títulos, en vez de cobrar, debemos pagar al Fondo una suma prevista. Gracias a este sistema, sólo cometerá un acto de creación un verdadero altruista, un asceta del espíritu que ama al prójimo y no a sí mismo, deteniéndose automáticamente la producción de la basura que se vende ahora. Joachim Fersengeld conoce la cuestión por propia experiencia, ya que él mismo costeó (perdiendo dinero) la edición de su Perycalypsis. Por tanto, sabe que la falta total de rentabilidad no determina la liquidación total de toda la creación.
    No obstante, el egoísmo se manifiesta tanto en la avidez de peculio cuanto en la de la fama; para quitarla de en medio, el Programa de Salvación instaura el anonimato estricto de los creadores. Para impedir que las solicitudes de remuneración de las personas desprovistas de talento obtengan el visto bueno, el Fondo examinará, por medio de los órganos adecuados, las cualificaciones de los candidatos. El valor meritorio de las obras que éstos presenten no tiene la menor importancia. Lo único que será tomado en cuenta será su valor comercial, o sea, sus posibilidades de venta. Si el resultado del examen es positivo, la pensión se adjudica al instante. Para el caso de una actividad creadora clandestina se establece un sistema de castigos y represiones, incluyendo demandas judiciales entabladas por un organismo especial de Control de Emergencia. Se instituye igualmente un cuerpo nuevo de policía, los llamados Patinantes (Patrullas de Investigación Anticreativas). De acuerdo con el código penal, aquel que clandestinamente escribiera, difundiera, sugiriera e incluso señalara disimuladamente al público cualquier fruto de la creación, deseando obtener gracias a este procedimiento lucro o renombre, sufrirá el castigo de incomunicación, trabajos forzados y, si reincide, el de reclusión en una mazmorra con cama de piedra y azotes en cada aniversario de la comisión de su delito. Por introducir de contrabando en el área de la sociedad ideas cuya trágica influencia sobre la vida pueda compararse con la plaga del automóvil, el cinematógrafo, la televisión, etc., se prevén castigos duros (que pueden llegar incluso a la pena capital), la deshonra en la picota y la obligación a perpetuidad de usar el propio invento. Son también delitos todos los intentos de susodicho contrabando; en caso de premeditación, se recurre a una estampación vergonzante en la frente del delincuente, hecha con tintas indelebles, que reza: «Enemigo del Hombre». En cambio, no se considera delito la grafomanía pura, sin pretensiones de lucro. En cualquier caso, las personas sujetas a esta tara son aisladas de la sociedad por ser peligrosas para el orden, e ingresadas en instituciones cerradas, suministrándoseles, por motivos humanitarios, grandes cantidades de tinta y papel.
    Ni que decir tiene que la cultura mundial no sólo no sufrirá menoscabo por culpa de esta reglamentación, sino, por el contrario, empezará a florecer. La humanidad volverá a las grandes obras de su historia, ya que la cantidad de esculturas, cuadros, dramas, novelas, aparatos y máquinas es en este momento suficiente para las necesidades de varios siglos. A nadie se le prohibirá tampoco que se dedique a los llamados descubrimientos que hacen época, a condición que no los pregone.
    Después de haber regulado así la cuestión, es decir, después de haber salvado a la humanidad, Joachim Fersengeld pasa al último problema pendiente: ¿qué debe hacerse con el monstruoso alud de cosas que ya existen? Fersengeld, hombre de un valor cívico extraordinario, dice: todo lo que ha sido creado hasta ahora en el siglo xx no vale nada, aunque contenga alguna que otra joya del arte o el intelecto, ya que, hecho un balance definitivo, no habrá manera humana de encontrar esas joyas en el océano de basura. Por lo tanto, postula la destrucción global de todo lo que ha sido creado: películas, revistas ilustradas, postales, partituras, libros, trabajos científicos, periódicos, siendo esta limpieza de los establos de Augias lo único que corresponde a los «Debe» y «Haber» históricos del balance de la humanidad. (…) Joachim Fersengeld subraya que conoce muy bien la infamia de la quema de libros y bibliotecas enteras. Pero los autos de fe organizados en el transcurso de la historia eran infames porque eran retrógrados. Todo depende de la posición desde la cual se ordene la quema. Él propone un auto de fe curativo, progresista y salvador, y, puesto que Joachim Fersengeld es un profeta consecuente hasta el extremo, aconseja en su último párrafo que en primer lugar sea destrozada y quemada su propia profecía.

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